Digitalización es uno de los términos más usados para resumir la modernización y/o cambio del modelo de negocio a través de las nuevas tecnologías. Con este entendimiento tan amplio del concepto no es de extrañar que se hayan generado expectativas elevadas relacionadas con el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España, que servirá de guía para la gestión de 72.000 millones de fondos europeos hasta 2023.
En este contexto, se están articulando una serie de planes orientados a impulsar la digitalización en España, de la mano de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial y de la Secretaría de Telecomunicaciones e Infraestructuras Digitales.
El Plan España Digital 2025 es un buen ejemplo de ello. El proyecto recoge diez ejes estratégicos, alineados con las políticas digitales de la Unión Europea, que incluyen a su vez una serie de iniciativas a tener en cuenta. Algunas de ellas se centran en objetivos concretos, como la aprobación de una ley de start-ups, y otras priorizan el desarrollo de nuevos modelos, como el de Salud Digital. Junto a este plan, la Agenda de Inteligencia Artificial o la Agenda de Conectividad son otras buenas referencias para saber qué iniciativas pueden contribuir a los planes de digitalización de España.
En los últimos años, España ha avanzado a distintas velocidades en digitalización: se han dado pasos en infraestructura y entre las grandes organizaciones, pero se encuentran obstáculos en la llamada última milla
Distintas velocidades
La realidad es que, en los últimos años, España ha avanzado a distintas velocidades en la digitalización. Se han dado importantes pasos en infraestructura y en el ámbito de grandes organizaciones. Pero la digitalización está encontrando más obstáculos en la llamada última milla, es decir, en el empleado, el cliente y el ecosistema.
¿Por qué? Una de las razones es la percepción generalizada -no sólo en España- de que para el empleado son más importantes los perjuicios que los beneficios de la digitalización. Esa falta de entendimiento de los beneficios que puede aportar a nivel individual hace que el empleado sea más reactivo a la hora de incorporar tecnologías nuevas a su día a día, y puede llegar incluso a pensar que directa o indirectamente se está poniendo en riesgo la continuidad de su puesto de trabajo. En este contexto, el upskilling digital de los empleados, que está demostrando ser muy eficaz para romper estas barreras, es fundamental en cualquier iniciativa de digitalización de calado.
En un segundo plano, la digitalización de las pymes, que son críticas en el modelo productivo nacional, se ha realizado de forma desigual. Muchas han digitalizado su relación con terceros (socios o clientes), pero sus procesos internos siguen siendo en muchos casos tradicionales. Y sólo unas pocas de creación reciente o con los medios suficientes han iniciado un proyecto de digitalización relativamente completo. Esta situación plantea claramente un panorama en el que existe un potencial de digitalización muy grande dentro de un tejido de empresas muy atomizado.
La tercera de las razones que explica las diferentes velocidades en la digitalización es que el proceso evoluciona de manera distinta según el sector de que se trate. En el mundo del consumo es el cliente el que tira de la empresa y demanda cada vez más productos concebidos digitalmente. En el mundo de los servicios esta tendencia se invierte y son las empresas las que buscan nuevos modelos de relación con el cliente para hacer más eficientes sus operativas y potenciar la sostenibilidad.
En cualquiera de estas situaciones la digitalización del consumidor es una realidad que hay que gestionar, alineando la capacidad de proveer un servicio digital con la capacidad de que el cliente lo quiera / pueda adoptar. El entendimiento de la economía del comportamiento de los consumidores y su trasposición a los procesos empresariales de digitalización puede llegar a ser una herramienta potente para que los esfuerzos anteriormente descritos lleguen a buen puerto.
Se suele decir que la cadena es tan resistente como su eslabón más débil, y en la digitalización ocurre algo similar. Dicho en positivo, la digitalización a lo largo de la cadena de valor tiene un efecto multiplicador:
- El cliente asume el nuevo modelo de relación.
- El empleado de la empresa entiende y cambia la forma de relacionarse con el cliente.
- La compañía se anticipa a las necesidades de cliente con analítica y procesos de atención continua (24×7).
- Los proveedores se modernizan para adaptarse a una nueva relación business to business (B2B).
Ese esquema, que nos remite al concepto de digitalización estructural, debería ser tomado en consideración en las iniciativas de digitalización que se incluyan en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España.
Un criterio de peso
En los próximos meses, administraciones públicas, empresas de primera línea, pymes sectoriales y otros socios digitales van a tener la oportunidad de plantear conjuntamente proyectos transformacionales en las convocatorias de los llamados Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) y de las distintas subvenciones.
Esta colaboración no sólo es necesaria, sino que es un criterio de peso en el proceso de selección. Además, es imprescindible considerar los grandes temas compartidos en las distintas agendas y no perder la visión del ecosistema, teniendo muy presente la contribución a la digitalización de las pymes para maximizar las posibilidades de éxito.
Plantear estos proyectos estructurales presenta importantes retos a la hora de desarrollar una idea y valorar el impacto que puede generar, porque no es fácil poner de acuerdo a múltiples socios, incluyendo formatos de colaboración público-privada. Pero no debemos olvidar que es el momento de impulsar proyectos que se centran en un modelo y en un ecosistema, y que por lo tanto van a desbordar el perímetro tradicional de una compañía.
En definitiva, más tarde o más temprano, las empresas tendrán que abordar una transformación de esas características (con o sin fondos europeos), ya que la digitalización será estructural o no será. ¿Por qué dejar pasar esta oportunidad?