La sostenibilidad es uno de los grandes desafíos, si no el principal, del mundo de los negocios de hoy. La creciente importancia de los criterios medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) obliga a las empresas a redefinir su forma de trabajar, con amplias repercusiones en aspectos como el modelo de negocio, la inversión, la gestión de los recursos, el reporting, la regulación y la supervisión. La invasión rusa de Ucrania, que ha hecho temblar los cimientos de la economía y de la sociedad de todo el mundo, tiene también un impacto relevante en el mundo de la sostenibilidad. La agresión está cambiando la perspectiva de las empresas y los inversores sobre la economía sostenible, especialmente en el sector energético. Para detectar los movimientos que están configurando el nuevo mapa empresarial, publicamos El sismógrafo de la sostenibilidad, una serie quincenal en la que ofrecemos una compilación de informaciones y análisis relacionados con la sostenibilidad.

TENDENCIAS

Los dilemas de los inversores sobre los criterios ESG
La invasión de Ucrania se está convirtiendo en una prueba de fuego para los inversores que defienden los principios de la sostenibilidad. Para empezar, la fuerte subida del precio del petróleo y del gas, y la consiguiente mejora bursátil de las empresas asociadas a su producción y distribución, es una mala noticia para todos aquellos que creen que la inversión sostenible es rentable. Es cierto que la visión a largo plazo permanece (no hay muchas dudas de que en el futuro las energías fósiles se usarán menos y perderán atractivo para los inversores), pero la tentación a corto plazo para los grandes fondos de inversión podría ser dejar a un lado los criterios ESG y apostar por sectores no sostenibles.

Además, el encarecimiento de petróleo y del gas es una amenaza para el diseño de a la política energética, que se enfrenta a la disyuntiva de recurrir a materias primas más contaminantes, pero mucho más baratas, como el carbón, pausando así los objetivos de emisiones netas cero, o bien acelerar la transformación hacia las energías renovables, con los consiguientes riesgos en costes y precios. Algo parecido ocurre con las empresas de armamento. En este caso, el dilema surge asimismo por razones de rentabilidad (las empresas del sector se han revalorizado tras los compromisos de inversión militar asumidos por Alemania y otros países), pero también morales, ya que se está empezando a considerar que la compra de armamento para defenderse frente a agresiones como la de Rusia es éticamente aceptable. Así lo han entendido el banco sueco SEB, que tras lo ocurrido en Ucrania ha decidido permitir a seis de sus fondos ESG invertir en participaciones de fabricantes de armas.

Otro aviso sobre los riesgos del cambio climático
La crisis ucraniana ha dejado en un segundo plano un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) en el que se advierte sobre el impacto, cada vez más acusado, del cambio climático, y a cuyas consecuencias está expuesta la mitad de la población mundial. No es un informe cualquiera, porque en él han participado 270 de científicos de 67 países. La IPCC estima que en 2100 las potenciales pérdidas, solo en la áreas de costa, se elevarán a 14 billones de dólares y llama también la atención sobre el hecho de que las inversiones medioambientales se están centrando más en los proyectos de mitigación (es decir, los que promueven la reducción de emisiones) que en los de adaptación (dirigidos a minimizar los daños del cambio climático).

Esta diferencia es comprensible desde el punto de vista del inversor, que ve más posibilidades de retorno en una planta eólica que no en crear barreras físicas contra la subida del nivel de mar, pero según el estudio se trata de un desequilibrio que hay que superar para ser eficaces en las políticas contra el cambio climático.  El aviso final es concluyente: “Cualquier nuevo retraso en la acción concertada mundial hará que se pierda la breve ventana que aún existe, pero que se cierra rápidamente para asegurar un futuro habitable”.

INVERSIÓN

Bebiendo los vientos por la energía eólica en EEUU
El apetito de los inversores internacionales por la energía eólica ha quedado demostrado con el resultado de la subasta realizada en Estados Unidos para la concesión de la explotación de seis bloques de una zona de aguas del Atlántico cerca de Nueva York. Las ofertas totalizaron 4.370 millones de dólares, una cifra diez veces superior a la obtenida en 2018 en una subasta similar en Massachusetts. Los tres mayores bloques fueron concedidos a las alianzas de RWE y National Grid, Shell y EDF, y EDP y Engie. Iberdrola se quedó fuera.

Hacer el bien o invertir bien
No todos los analistas están de acuerdo con el fenómeno de la inversión sostenible. Hay quien sostiene que los bonos verdes (soberanos y corporativos) tienen un rendimiento ligeramente inferior a otros activos de los mismos emisores, y que por tanto hay que elegir entre hacer el bien o invertir bien.

Mientras tanto, el mercado de bonos verdes sigue pujante. El Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés) ha lanzado un nuevo fondo que invierte en bonos para financiar en Asia proyectos que luchan contra el cambio climático. Con esta iniciativa, el BIS, que ya tiene otros dos fondos similares, gestionará 3.500 millones de dólares en bonos verdes.

EMPRESAS

Volkswagen elige Sagunto
No es todavía oficial, pero numerosas informaciones apuntan que la planta de baterías para coches eléctricos de Volkswagen se construirá en Sagunto (Valencia), con una inversión prevista de 3.500 millones de euros. Inicialmente se dio por seguro que la fábrica se instalaría cerca de Martorell, la sede de Seat, y después también pujaron con fuerza por su ubicación Extremadura y Aragón. Finalmente, la proximidad de Almussafes, la planta de Ford (compañía con la que Volkswagen mantiene un acuerdo de colaboración), parece haber inclinado la decisión hacia la localidad valenciana.

Chevron compra energía renovable
La petrolera estadounidense Chevron ha llegado a un acuerdo para adquirir por 3.100 millones de dólares Renewable Energy Group (REG), una compañía que transforma recursos energéticos renovables en fuelóleos y componentes químicos sostenibles que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Chevron se ha comprometido a invertir 10.000 millones de dólares en negocios bajos en carbono.

REGULACIÓN

Bruselas no para
La Comisión Europa ha vuelto a tomar la iniciativa en materia regulatoria y ha puesto en marcha dos proyectos para facilitar la gestión en la aplicación de los criterios ESG en las empresas. Por un lado, ha aprobado una propuesta de directiva  que obliga a las grandes compañías (inicialmente a partir de 500 trabajadores y 150 millones de euros en ingresos) a controlar, a través de un proceso de due diligence, el cumplimiento de los derechos humanos y de las obligaciones medioambientales de su cadena de proveedores. Se trata de una propuesta de Bruselas no por esperada (lleva años fraguándose) menos importante, y que sin embargo ha sido también criticada por limitar su alcance al 1% de las empresas de la Unión Europea.

El segundo de los proyectos también es de calibre. Un grupo de trabajo impulsado por la Comisión Europea ha aprobado una taxonomía de las criterios sociales que puede servir de guía a las empresas en sus iniciativas sostenibles. Los tres objetivos que marca el estudio son el trabajo decente, el bienestar de los consumidores y la inclusión y la sostenibilidad de las comunidades en las que operan las empresas.