La Fórmula 1 vive un momento único. En los últimos años ha visto cómo su popularidad se dispara, sus ingresos aumentan, crece significativamente la asistencia media a las carreras y sus seguidores en redes sociales marcan cifras récord. A esto se une que su dueño, el Grupo F1, propiedad de Liberty Media, y la Federación Internacional del Automóvil (FIA, por sus siglas en inglés), el organismo que regula este deporte, han puesto en marcha distintas medidas e iniciativas para combatir sus dos principales talones de Aquiles: la sostenibilidad medioambiental y económica.

Explosión de reconocimiento

En los últimos años, la F1 ha experimentado una explosión de reconocimiento mundial, lo que ha influido positivamente en sus números. Entre 2019 y 2022, multiplicó por más de diez sus ingresos operativos hasta los 239 millones de dólares, lo que la sitúa entre las 10 grandes ligas deportivas por ingresos, junto a la NFL, la Premier League, La Liga y la Bundesliga.

La temporada pasada, batió su récord de audiencia, con un promedio de 1,2 millones de espectadores solo en EEUU y la asistencia a los circuitos creció un 36%, comparado con el año previo a la pandemia, hasta los 5,7 millones de personas. Una creciente popularidad que ha atraído el interés de los grandes grupos de comunicación por hacerse con los derechos para transmitir la competición.

Precisamente, una de las iniciativas que más han contribuido a su creciente influencia ha sido la serie ‘Drive to Survive‘, que ha permitido a la F1 llegar a nuevas audiencias -en EEUU, por ejemplo, ha visto crecer un 49% los espectadores de entre 12 y 17 años y un 34% el público femenino-, y disparar su atención en redes sociales.

Impacto medioambiental

Pero la F1 necesita reinventarse para cumplir con los objetivos y las demandas sociales de sostenibilidad y, también, para garantizar la viabilidad económica de los equipos. Con esta intención, el Grupo F1, y la FIA se han marcado una serie de objetivos y han puesto en marcha distintas iniciativas regulatorias.

Por primera vez, la F1 ha anunciado su estrategia en sostenibilidad, con el objetivo de alcanzar las cero emisiones netas en 2030. En la actualidad, el 75% de las emisiones de carbono de la competición se producen como consecuencia de los traslados de los equipos por el mundo, para acudir a los distintos circuitos del campeonato, mientras que las emisiones generadas por los coches de F1 suponen menos del 1% del total. En este sentido, una de las iniciativas más relevantes es la regionalización del calendario de carreras, que va a reducir la distancias recorridas por los equipos en 2024 un 8% y, a partir de entonces, un 48%,

La FIA ha puesto en marcha un programa de acreditación medioambiental que premia y califica -entre una a tres estrellas- a los equipos y empresas que participan en el deporte del motor según sus esfuerzos para mejorar su impacto en materia de sostenibilidad. El sistema mide 17 criterios, como el consumo de recursos, las emisiones, la cadena de suministro, los procesos de auditoría interna e incluye acciones preventivas y correctivas. Para poder formar parte de la F1 es imprescindible tener la calificación máxima de tres estrellas.

Además, desde el punto de vista de la nueva regulación, el nuevo reglamento de motores elaborado por la FIA -entrará en vigor en 2026-, incluye medidas para aumentar el despliegue de la energía eléctrica un 50%, así como la utilización de combustible 100% sostenible, entre otras cuestiones.

Garantizar la viabilidad financiera

Hasta 2021, la F1 se ha caracterizado por el desequilibrio económico entre los grandes equipos, con potentes patrocinadores e importantes presupuestos, que les permitía contratar a los mejores pilotos e ingenieros, y los pequeños, con una capacidad financiera mucho más restringida, lo que se traducía en menores posibilidades para competir en la pista. Entre 2014 y 2020, los equipos punteros de F1 invirtieron más de 5.000 millones de dólares y, durante ese periodo, los que tenían los tres mayores patrocinios, aglutinaron el 75% de todos los puntos posibles.

Conscientes de esta situación, la FIA introdujo, hace dos años, el llamado top cap, o límite de gastos para cada uno de los equipos participantes, que fija la cantidad máxima de dinero que pueden emplear en el desarrollo de sus coches durante cada temporada. Red Bull, por ejemplo, superó ese tope en 2021, y fue multado con siete millones de dólares y un 10% menos de tiempo de desarrollo en el túnel del viento, una herramienta fundamental para el diseñar el comportamiento aerodinámico de los F1. En el caso de Mercedes, la escudería redujo los gastos en el desarrollo de sus coches un 21% entre 2018 y 2021.

Finalmente, la F1 también ha dado un paso adelante desde el punto de vista del proceso para entrar en la competición. Desde 2023, cualquier interesado en entrar en este deporte debe pasar por un procedimiento de solicitud oficial, muy detallado. Los candidatos serán seleccionados en función de varios criterios técnicos y del valor que puedan aportar a largo plazo y se espera que, a partir de 2025, la F1 pueda contar con doce equipos en competición, por los diez actuales.

La F1 sigue siendo un entorno desafiante, y no sólo en la pista. A pesar de las numerosas críticas, participar en este deporte automovilístico de la más alta categoría puede generar grandes retornos. Históricamente, tanto la Fórmula 1 como los deportes de motor en general han sido una industria que ha generado muchas emisiones. Sin embargo, los esfuerzos por lograr una neutralidad de carbono para 2030 podrían abrir la puerta a nuevos patrocinadores y también a una nueva generación de aficionados, más críticos y sensibles con el medio ambiente que nunca.