La sostenibilidad es uno de los grandes desafíos del mundo de los negocios de hoy. La creciente importancia de los criterios medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) obliga a las empresas a redefinir su forma de trabajar. Pero el cambio está lleno de riesgos e incertidumbres. La redada policial contra una importante gestora de fondos alemana revela que la práctica del greenwashing (lavado verde o eco blanqueo, según las traducciones) está en la diana de reguladores y supervisores, especialmente cuando se habla de invertir. Un asunto delicado que se entremezcla con la dificultad que tienen los inversores para saber qué productos de inversión son sostenibles y cuáles no. Para detectar los movimientos y las preocupaciones que afectan a las empresas, publicamos El sismógrafo de la sostenibilidad, una serie quincenal en la que ofrecemos una compilación de informaciones y análisis relacionados con la sostenibilidad.
INVERSIÓN
El riesgo de las etiquetas falsas de ESG…
Las actuaciones de la policía alemana en la sede del Deustche Bank y de su gestora de fondos DWS, en Fráncfort, pone de relieve los riesgos de alardear de sostenibilidad.
La operación, que de momento se ha saldado con la dimisión del CEO de DWS, ha convulsionado el mundo de la inversión sostenible. De lo que se acusa a DWS, entre otras cosas, es de usar una etiqueta de “ESG integrada” en muchos de sus activos bajo gestión, pese a que sus gestores no habían modificado sus criterios de actuación.
El principal testigo de cargo es una antigua empleada de DWS, y no una cualquiera, sino la máxima responsable de sostenibilidad en la gestora.
…la confusión de las calificaciones…
Lo sucedido en Alemania no ayuda a mejorar la credibilidad de las inversiones sostenibles, pero hay otros factores que también generan incertidumbre entre los inversores. Es el caso de las calificaciones de las agencias especializadas, cuya disparidad de criterios en la valoración de los activos que cumplen supuestamente los criterios ESG ha sido puesta de relieve por un reciente estudio académico.
Según sus conclusiones, la divergencia de las principales agencias calificadoras en los ratings que asignan a los mismos activos es muy elevada (mucho más que en las calificaciones crediticias convencionales). Esta heterogeneidad hace difícil evaluar el rendimiento en términos de sostenibilidad de empresas, fondos y carteras, lo cual es un serio inconveniente para los inversores interesados y también dificulta cualquier esquema de retribución variable vinculada a los criterios ESG.
Consciente de la confusión, la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA, por sus siglas en inglés) ha propuesto a la Comisión Europea la regulación de los ratings de sostenibilidad para asegurar su calidad y fiabilidad, limitando al mismo tiempo el riesgo de greenwashing.
…y la SEC sigue apretando
En este contexto, la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (SEC, en inglés) ha propuesto dos cambios normativos para prevenir la información engañosa sobre sostenibilidad en los fondos de inversión y otros productos similares.
Una de las modificaciones afecta a la nomenclatura de los fondos: para incluir en el nombre la referencia a los criterios ESG o a la sostenibilidad será imprescindible que inviertan el 80% de su dinero en activos ESG o sostenibles. No contenta con ello, la SEC ha empezado a poner multas por el uso indebido del reclamo de la sostenibilidad, como la que ha impuesto al Bank of New York Mellon por 1,5 millones de dólares.
Definitivamente, la guerra contra el greenwashing va en serio. La SEC ya dio muestras de su compromiso con la transparencia en materia medioambiental al aprobar en marzo una controvertida propuesta para que las empresas amplíen la información sobre riesgos climáticos. El proyecto obligará a las compañías cotizadas estadounidenses, pero también marca el camino para las que no están bolsa.
TENDENCIAS
El debate intelectual se anima
Las incertidumbres de la agenda de sostenibilidad, derivadas en parte de la nueva situación económica y geopolítica, han estimulado el debate intelectual sobre su aplicación, sobre todo en Estados Unidos. Algunos políticos conservadores han identificado las posiciones en favor de la sostenibilidad y del capitalismo social con el movimiento progresista woke, que lucha contra la injusticia en la sociedad.
Jamie Dimon, el CEO del banco JP Morgan, se ha distanciado esta semana de esa equivalencia. Dimon ha asegurado que el capitalismo stakeholder (de grupos de interés), que él defiende, no es woke. El primer ejecutivo de JP Morgan se alinea así con las tesis del CEO de Blackrock, Larry Fink, que también apuesta por la incorporación de los criterios ESG en la gestión de las empresas, aunque sin excesos.
En todo caso, salirse de la línea marcada en cada empresa puede costar caro. El banco HSBC, que lleva tiempo intentando posicionarse como un líder en finanzas sostenibles, anunció la semana pasada la suspensión de funciones de Stuart Kirk, uno de sus directivos, por afirmar públicamente que los políticos están exagerando los riesgos del cambio climático y que los inversores no tienen por qué preocuparse.
Un artículo de Strategy+business (la revista corporativa de Strategy&, la consultora estratégica de PwC, que incluimos en esta edición de Ideas) incide en la discusión, invitando a los líderes empresariales a comprender mejor los riesgos del cambio climático para sus compañías. Los autores sostienen que los directivos están al tanto de la amenaza global que supone el calentamiento del planeta, pero no son conscientes del impacto específico en sus negocios. Superar esa desconexión les permitirá competir mejor en un escenario crecientemente descarbonizado.
EMPRESAS
Repsol e Iberia estrenan biocombustible
Poco a poco, las empresas están tomando decisiones críticas para la reducción de emisiones en sus actividades. Esta semana, Iberia y Repsol han anunciado el estreno de biocombustible español en vuelos de larga distancia, en concreto, en la nueva ruta entre Madrid y Washington.
No es una iniciativa aislada. IAG, la compañía matriz de Iberia, se ha comprometido a realizar una inversión de 850 millones de euros para impulsar el uso de biocombustibles.
También BMW apuesta por las energías renovables. El fabricante alemán de automóviles ha iniciado la construcción de una nueva planta en Hungría, que será la primera del mundo en producir vehículos (eléctricos, por supuesto) sin generar emisiones de CO2. El proyecto es uno de los más avanzados en la industria mundial del automóvil, pero se hará esperar, ya que la producción no se iniciará hasta 2025.